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las poesías de otros/as

un poema de Ana Pérez Cañamares

un poema de Ana Pérez Cañamares

 

Lanzamos mensajes de texto

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igual que los náufragos

lanzaban al mar sus botellas.

Pedimos que nos rescaten

 

de nuestras islas sin playas.

Como siempre, hay mareas

turistas y mirones numerosos

 

y sólo de vez en cuando

uno entre la multitud

entiende nuestra letra.

 

Ana Pérez Cañamares (inédito)

 

Fotografía: Randy Baron

 

un poema de Märta Tikkanen

un poema de Märta Tikkanen

 

Para mí

 

el amor no puede ser nunca

dos que se quedan acurrucados

en un rincón

mientras la vida pasa de largo rugiendo

 

Para mí

el amor tiene que ser siempre

muchos que luchan hombro con hombro

-tú también, yo también-

ahí fuera en mitad de todo

en plena vida

 

 

Märta Tikkanen, La historia de amor del siglo (1978)

 

 

 

Escarbando en dirección contraria (cuatro poemas de Antonio Orihuela)

Escarbando en dirección contraria (cuatro poemas de Antonio Orihuela)

 

Yo no escribo poemas

sobre los campos de concentración.

 

Todo poema sucede ya

en un campo de concentración.

 

Vivimos en el tiempo de las alambradas

 

 

**

 

Escarbando en dirección contraria

 

Desde este trato de caricias con la rosa negra

te digo que nada nos hace libres.

 

Ilusiones con forma de cerrojos, grilletes

se calza la gente

con la misma familiaridad

que zapatos viejos.

 

Arrullando a la rosa negra,

te digo que somos tan extraños a la libertad

como el muerto a su propia muerte.

 

Halagando a la rosa negra, te digo

que lo nuevo es viejo,

una estrategia de marketing

que consiste en llevar los falsos dorados

desde el almacén al escaparate y viceversa,

un viaje lleno de promesas

en el que sólo acumulas sufrimiento.

 

Poniendo

en tus manos

esta rosa negra,

te digo

que mejor que rendirse

es escarbar hacia el cielo.

 

**

 

Esta alegría vive en la sombra.

 

¿Cómo cantaré

las sombras?

 

**

 

No he escuchado

el final de las sesenta guerras de baja intensidad

que hay hoy en el mundo,

 

pero he escuchado la plegaria del campesino

ante los últimos frutos del otoño,

el abrazo de los desconocidos

y la respiración de los insectos.

 

Ojalá que tú oigas

al final de este poema

el crecimiento de los anillos de los árboles.

 

Antonio Orihuela, Antología poética. Para una política de las luciérnagas (2007)

 

Fotografía: Edouard Boubat

 

 

La cruzada de los niños (un poema de Antonio Orihuela)

La cruzada de los niños (un poema de Antonio Orihuela)

 

 

La fiesta del 1 de Mayo de 1934 se celebró en Zaragoza con un paro total.

 

La amenaza patronal no se hizo esperar

y despidieron a muchos trabajadores.

Los sindicatos declararon loa huelga general para exigir la readmisión de los despedidos,

treinta y seis días de huelga general en Aragón.

 

El séptimo día la situación era dramática,

sin necesidad de una huelga

la miseria se comía ella sola las fuerzas

y los hogares obreros.

 

Para aliviar la situación la CNT ideó

abrir una suscripción popular

para organizar el traslado a Cataluña

de los hijos de los huelguistas

y ayudarles así a triunfar.

 

Más de 15.000 familias se inscribieron, sólo en Barcelona,

para recibir a los niños y cuidarlos.

También se recaudaron 30.000 ptas.

para sostener la huelga.

 

La multitud esperaba la llegada de los seis primeros autobuses,

eran ya más de las diez de la noche,

las noticias telefónicas del retraso

decían que apenas podían avanzar,

que la gente los recibía en los pueblos,

los hacía parar

para abrazar a los niños

y llevarles regalos.

 

Como la muchedumbre congregada en la plaza Concell de Cent no se movía,

como ondeaban banderas rojas y negras,

como se daban gritos y vivas a la revolución y la anarquía,

la policía de la Generalitat empezó a disparar

y hombres, mujeres y niños se dispersaron.

 

En el suelo quedó, muerto, Salvador Anglada, obrero metalúrgico.

 

Esa noche los locales de la CNT fueron clausurados.

Mil taxistas de la confederación anarcosindicalista

intentaron marchar a Zaragoza

a buscar al resto de los niños,

pero la Guardia Civil fue avisada

y se cortaron las carreteras.

 

Los autobuses fueron interceptados

y escoltados por la policía hasta hospicios y comisarías.

 

Ni los actos de solidaridad obrera

ni la represión de la policía cesaron durante los 36 días.

 

Hace años que se ganó esa huelga

y, con ella, otra batalla por la dignidad y la utopía,

contra la miseria y los poderosos.

 

Hoy, esta es una extraña historia,

también interceptada y puesta fuera de circulación.

 

Una historia de nubes oscuras y caminos del revés.

 

En ella he vuelto a encontrar las caras de otros niños

y el mismo perro que vio Bertold Brecht,

muerto

de hambre,

 

un perro que pasa

y no vuelves a verle.

 

Antonio Orihuela, Antología poética. Para una política de las luciérnagas (2007)

 

Fotografía: Edouard Boubat

 

 

Los aledaños (un fragmento de un relato de Cristina Peri Rossi)

Los aledaños (un fragmento de un relato de Cristina Peri Rossi)

 

“Se cree que se viaja hacia un lado y, en realidad, se va hacia otro lado, se dijo a sí mismo, y pensó que, de todos modos, era un procedimiento lleno de encanto. «Seguramente creeré que viajo hacia el centro del mundo, pero volveré a estar en un aledaño, conservaré la ilusión durante un tiempo, como en el acuario, luego volveré a despertar una mañana con la certidumbre de que debo buscar el centro del mundo, emprenderé el camino, llegaré a otro suburbio que confundiré con el centro, y así sucesivamente.» La dificultad no lo disuadía. Sólo estaba convencido de que el centro del mundo no estaría allí donde él llegara. El centro del mundo no viajaba con él: si existía, estaba afuera, le era ajeno, era algo que debía conquistar, no una cosa que se desplazara con sus camisas y sus corbatas. La índole del centro del mundo era huidiza, intangible.”

 

Cristina Peri Rossi, Cosmoagonías (1994)

 

Ilustración: Michele del Campo

 


dos poemas de Jorge Riechmann

dos poemas de Jorge Riechmann

 

El don de la existencia

 

Los pájaros

 

cientos

miles de ellos

saludando el día

 

incluso cuando las horas que vendrán

pueden ser calamitosas

o hasta trágicas

ahí están

 

levantando el templo aterido

de su canto:

 

cuánta

celebración

 

 

La vida entera

 

Este momento

 

esta precisa

declinación de la luz

 

Esta levedad de trino y pluma

que te interpela

 

Si la dejas pasar, ella

no volverá a estar

 

y tú tampoco

 

 

Jorge Riechmann, El común de los mortales (2011)

 

Fotografía: Alvaro Minguito

 

 

 

 

otros dos poemas de Laura Casielles

otros dos poemas de Laura Casielles

 

Fisonomía del milagro

 

Descubrimos que somos minas potenciales de dolor,

kamikazes inseguros con su carga de daño.

 

Podrías romperme con una palabra,

mi cuerpo esconde todo el llanto,

 

y sin embargo,

cada día,

flores y peces en la boca y en las manos.

 

 

La historia interminable

 

Todas nosotras,

Ícaro,

lo entendemos bien.

Intentábamos alcanzar el amor y acabamos,

siempre,

con las alas quemadas.

 

 

Laura Casielles, Los idiomas comunes (2010)

 

Fotografía: Rafael Navarro

 

 

 

dos poemas de Laura Casielles

dos poemas de Laura Casielles

 

La certeza del agua

 

 

Conoces

el manantial. Sabes

que hay agua.

Tienes agua siempre

que tienes sed.

Si no te descuidas,

tienes agua

antes

incluso

que sed.

 

Algunas noches apartas las cortinas

y lo miras fijamente.

Lo tapan los árboles, las rocas, un viajero,

pero hace tiempo que has memorizado

su ubicación exacta.

 

Conoces el manantial.

Sabes que hay agua.

 

Esa fe

no se quiebra. Tu sed

es dulce.

 

 

 

La levedad del pájaro

 

Aprender la levedad del pájaro.

Sacar los pies del nido y encontrar

que fuera el mundo es limpio

y el cielo es amplio

y no nos queda nada

por lo que valga la pena no amar.

 

Aprender

la levedad del pájaro. Respirar.

Sentir cómo pasa el aire

por todas las esquinas del cuerpo,

lo más parecido a volar

que puede hacer una mujer

como yo,

con el corazón

pegado a la tierra.

Desafiar

la gravedad

como quien desafía

una norma, aprender

la levedad del pájaro.

Olvidar que las cosas pesan

y echarlas al aire,

quedarse quieta y ver

cómo les nacen alas.

Lo más parecido a volar

que puedo hacer,

yo que tengo

los pies

de plomo.

 

Aprender

la levedad

del pájaro.

 

 

Laura Casielles, Los idiomas comunes (2010)

 

Ilustración: Shiko Munakata

 

Blues de las preguntas (un poema de Antonio Gamoneda)

Blues de las preguntas (un poema de Antonio Gamoneda)

 

Hace tiempo que estoy entristecido

porque mis palabras no entran en tu corazón.

Muchos días estoy entristecido

porque tu silencio entra en mi corazón.

 

Hay veces que estoy triste a tu lado

porque tú sólo me amas con amor.

Muchos días estoy triste a tu lado

porque tú no me amas con amistad.

 

Todos los hombres aman mucho la libertad.

¿Sabes tú lo que es vivir ante una puerta cerrada?

Yo amo la libertad y te amo a ti.

¿Sabes tú lo que es vivir ante un rostro cerrado?

 

Antonio Gamoneda, Blues castellano (1961-1966)

 

Fotografía: ateopoeata (C-Squat, New York City)

 

otro poema de Antonio Gamoneda

otro poema de Antonio Gamoneda

 

Te beberé el cabello

y cerraré los ojos.

 

Tú seguirás manando

tu cabello

turbio de besos.

 

Antonio Gamoneda, Edad (1947)

 

Ilustración: Shepard Fairey

 

Ojos (otro poema de Antonio Gamoneda)

Ojos (otro poema de Antonio Gamoneda)

 

De vivir poco, de

un hombre contenido,

tenso hacia dentro, sólo

como el pájaro libres

quedan, puros, los ojos.

 

 

Luchadores, materia

prodigiosa del fuego

procedente y del llanto;

consistencia y penumbra

donde el ansia trabaja

hasta que el agua tensa

su contorno y, ya, queda

cristal vivo que, nunca,

no volverá a llorar.

 

En los ojos el ruido

del dolor se convierte

en música tan pura

que no se puede oír.

 

Lo primero que se ama

son los ojos: belleza

reunida mirándose.

 

Yo puse los ojos sobre

el mundo: mares, siglos

de sombra se elevaron.

 

De ahí, de mirar la vida

desde lo oscuro, viene

este amor invencible.

 

Alguien me está hablando

siempre de libertad.

El corazón pretende

vivir sobre la nieve

más alta de la tierra;

las manos en el fuego

sería hermoso, pero

nunca es posible: no

hay libertad.

Solamente, tan sólo,

libertad en los ojos:

invadir la belleza

y meterla en un hombre.

 

Al fin, dadme la mano,

mis ojos, unidad

de las aguas y el fuego,

intensidad que mira,

llanto, mundo callado

donde está luchando mi corazón por la belleza.

 

 

Antonio Gamoneda, Edad (1953-1959)

 

Fotografía: Monicka Bereźecka y Monika Redzisz

 

 

un poema de Antonio Gamoneda

un poema de Antonio Gamoneda

 

A ti, muchacha, que, de pronto, estrenas

la juventud caliente de la risa,

a ti te estoy diciendo: eres precisa

en cierta soledad, en ciertas venas.

 

Crece la muerte con la vida. Apenas

le llega al corazón alguna brisa,

pero tú crecerías más deprisa;

la alegría que tú desencadenas.

 

Préstame, amiga, préstame temprano

tus ojos y tus pechos. Duramente

por la boca te sale mucha vida.

 

Esta hora es feroz. Dame la mano;

alcánzame una muerte sonriente;

pon tus labios desnudos en mi herida.

 

Antonio Gamoneda, Edad (1953)

 

Fotografía: William Klein

Fragmentos de la “Historia abreviada de la literatura portátil” de Enrique Vila-Matas

Fragmentos de la “Historia abreviada de la literatura portátil” de Enrique Vila-Matas

 

“Duchamp se sintió también atraído siempre por lo extremadamente pequeño, es decir, por todo lo que exigiera ser descifrado: emblemas, manuscritos, anagramas. (…)

 

No componían más que un ridículo grupo de artefactos embarazados. (…)

 

Copular por puro placer, jamás pensando en la descendencia y otras zarandajas. Esto es lo que yo entiendo por sexualidad extrema. (…)

 

Nacer es empezar a morir. (…)

 

Lo mínimo me sabe siempre a irreal. Lo inútil es bello porque es menos real que lo útil, que se continúa y prolonga. (…)

 

Hacia una prosa de seda. (…)

 

Valorizaban en grado sumo esa exigencia secreta del arte que consiste en que el artista sepa sorprender y sorprenderse ante lo que es, sin ser posible. (…)

 

La literatura vivirá mientras alguien que se disponga a escribir una simple carta dude unos instantes acerca de la manera de hacer verosímil lo que se propone decir en ella (René Daumal). (…)

 

En un mar razonable, donde la lluvia era lenta y oblicua, y lo que lloraba era prosa (Paul Klee). (...)

 

Este mundo, república de viento / que tiene por monarca un accidente (Gabriel Bocángel) (...)

 

Perderse en una ciudad como quien se pierde en un bosque, requiere aprendizaje. (Walter Benjamin) (…)

 

Viajaban por el mero placer de hacerlo y de contarse historias entre ellos, pero es que, además, su viaje, al igual que todo poema o novela, corría siempre el peligro de carecer de sentido, pero no habría sido nada sin ese riesgo. (...)

 

Yo viajo para conocer mi geografía.”

 

Enrique Vila-Matas, Historia abreviada de la literatura portátil (1985, 2009) [http://www.enriquevilamatas.com/obra/l_haliteraturaportatil.html]

 

fragmentos de los poemas de Arturo Martínez

fragmentos de los poemas de Arturo Martínez

 

No sabéis regir vuestro destino con el dedo del azar.

 

(…)

 

En esta herida la psicología es un cajón relleno de jarabes caducados.

 

(…)

 

¿Cuánta profundidad puede soñar el buzo, clavando bandera en el centro de las mareas?

 

(…)

 

Si rastreas este campo vacío y auscultas con la ligereza de una pluma en su caída, percibirás que la realidad es infranqueable. (…) Quizás estemos viviendo por encima de nuestras posibilidades un amor que no nos pertenece.

 

 

Arturo Martínez (Contrapoesía. Antilogía de Poetas Reversados, editorial Ya lo dijo Casimiro Parker, 2009)

 

Fotografía: Julia Rionda

 

 

fragmentos de un poema de Pedro Casariego Córdoba

fragmentos de un poema de Pedro Casariego Córdoba

 

Hoy prefiero una boca roja de mujer prohibida.

 

(...)

 

Tengo miedo:

todos los bomberos llevan chistera en este planeta de locura.

Aquí nadie puede escribir la palabra “flor”

sin querer cortarla.

 

(...)

 

Las estrellas iluminan pero no ven;

su tragedia es dar luz y ser ciegas;

yo no sé si ilumino;

creo que a mi lado

todo se oscurece.

Espero que la noche que yo hago

sea una noche clara,

con una pareja de hogueras

y con un leopardo.

 

(...)

 

Mujeres gratis, mujeres que se pagan con un beso.

Existen. Las he perseguido;

son estrellas fugaces

son faroles

son tímpanos

¡valen su peso en oro!

son lápices

son tigres

son las mujeres de los tigres

son sombras de agua

¿qué son?

 

porque yo soy sangre.

 

 

Pedro Casariego Córdoba, Si una mujer te rompe el corazón, busca pegamento en los labios de otra mujer (Contrapoesía. Antilogía de Poetas Reversados, editorial Ya lo dijo Casimiro Parker, 2009)

 

Ilustración: Shephard Fairey

 

De la necesidad de prólogo (un poema de Rafael Pérez Estrada)

De la necesidad de prólogo (un poema de Rafael Pérez Estrada)

 

Sobre el fuego leo tus palabras.

Las palabras se disuelven frente al ocaso,

y los verbos irregulares.

He conseguido una envidiable palidez para leer tu carta.

En ocasiones el mar palpita dentro de mí. Detesto su protagonismo.

Escupo una ola.

Y ya escupo otra ola.

 

Soy incapaz de distinguir sus movimientos. Mis ensoñaciones, atrapadas en las sístoles y diástoles del mar, me impiden distinguir la quebradiza horizontalidad de las aguas.

 

También yo sufro todos los Jueves Santos.

También yo envidio el don de alas,

las vertiginosas trampas del funambulista.

Recuperar sus labios en el aire.

 

El mundo -me digo- empieza en los otros, ellos son mi exilio.

 

Rafael Pérez Estrada, Bajo el cielo indeciso (2004, póstumo)

 

Ilustración: Rafael Pérez Estrada

 

 

Trenes (un poema de Rafael Pérez Estrada)

Trenes (un poema de Rafael Pérez Estrada)

 

Amables aves de la costumbre,

cuando viajo soy el que vuelve.

 

La distancia es sólo la nostalgia:

la añoranza más breve entre dos puntos.

 

Guardadme la levedad del humo,

su imperceptible nube,

la prisa de los paisajes,

los adioses de puntillas,

la sorpresa de infinitas paralelas.

¡Viejos trenes de entonces,

más audaces que nunca!

 

Rafael Pérez Estrada, Bajo el cielo indeciso (2004, póstumo)

 

Fotografía: Jaroslav Rossler

 

 


Lo que no es sueño (un poema de Claudio Rodríguez)

Lo que no es sueño (un poema de Claudio Rodríguez)

 

Déjame que te hable en esta hora

de dolor con alegres

palabras. Ya se sabe

que el escorpión, la sanguijuela, el piojo,

curan a veces. Pero tú oye, déjame

decirte que, a pesar

de tanta vida deplorable, sí,

a pesar y aun ahora

que estamos en derrota, nunca en doma,

el dolor es la nube,

la alegría, el espacio,

el dolor es el huésped;

la alegría, la casa.

Que el dolor es la miel,

símbolo de la muerte, y la alegría

es agria, seca, nueva,

lo único que tiene

verdadero sentido.

Déjame que con vieja

sabiduría, diga: a pesar, a pesar

de todos los pesares

y aunque sea muy dolorosa y aunque

sea a veces inmunda, siempre, siempre

la más honda verdad es la alegría.

La que de un río turbio

hace aguas limpias,

la que hace que te diga

estas palabras tan indignas ahora,

la que nos llega como

llega la noche y llega la mañana,

como llega a la orilla la ola:

irremediablemente.

 

Claudio Rodríguez

 

 

 

Posturas ante la noche (otro poema de Trinidad Gan)

Posturas ante la noche (otro poema de Trinidad Gan)

 

I

 

Detrás de los falaces paraísos

convocar esas cosas olvidadas:

un juego de manos, un viejo truco

que pretende hacer carne la memoria.

 

II

 

Dominar sin dolor los laberintos.

Atender sus señales tan extrañas.

Escuchar en los silencios del viento

y los ecos de la vana palabra.

Recordar antiguos placeres

hasta reconocerlos con la boca.

Y que el agua se dé por añadidura.

 

 

Trinidad Gan, Fin de fuga

 

Fotografía: Jacques Henri Lartigue

 

 


(otro poema de Trinidad Gan)

(otro poema de Trinidad Gan)

 

Son tan claros los signos

que emanan desde un cuerpo

que osadía es volcarlos

en manchadas palabras.

 

¿Qué voz le pongo al pliegue

de un labio que desea?

¿Qué vocablo al latido,

desbocado e insomne,

de un corazón urgente?

¿Qué letras al amor,

amor el innombrable?

 

¿Con qué cifro el deseo,

cómo la vida escribo?

 

Retóricas preguntas:

sospecho que he topado,

irremediablemente,

con la literatura.

 

Trinidad Gan, Fin de fuga

 

Ilustración: Marina Anaya